Había que estar allí para entender esa sinergia mágica entre los protagonistas de la cancha y los de las gradas. Eran 11 los que jugaban, pero eran otros nueve mil los que desde afuera hacían fuerzas para que la bendita pelota entrara.
Ni bien el bus amarillo que lleva escrita la leyenda “¡Juntos somos más grandes!” descendió la loma de la Casa de la Selección y se enfiló por la avenida Simón Bolívar, las muestras de apoyo al plantel que dirige Gustavo Alfaro se hicieron sentir.